Comienza la era Guardiola
Si bien es cierto que en los 180 minutos de eliminatoria frente al United el Barcelona no ha sido inferior a su rival, al que ha empequeñecido; aunque ha tenido mucho más el balón, ha disparado más y ha obligado a los diablos rojos a mostrar su versión más rácana y cicatera, la sensación que han dado estos dos partidos es la de un evidente fin de ciclo.
No se puede decir que el Barcelona haya renunciado a sus principios, pero su comportamiento ha sido excesivamente funcionarial, sin ningún vigor ni dinamismo, sin capacidad de sorpresa. La escasez de recursos ha sido sangrante. Todo se limitaba a una posesión vacua del balón. Casi nunca se sabía que había que hacer con él. Tenerlo por tenerlo. Los teóricos extremos abandonaban su posición y las bandas quedaban para los dichosos carrileros. Un desastre, por supuesto. La zona central era un embudo. No había espacios ni profundidad. Pases horizontales y al pie. El juego resultaba excesivamente machacón y reiterativo. Una historia que ya hemos visto muchas veces estas dos últimas temporadas.
Es imprescindible una catarsis en todos los estamentos, directiva, dirección técnica, entrenador y jugadores. Como Laporta no va a dimitir, por lo menos que se cargue a Beguiristain, a Rijkaard y a todos los jugadores sobre los que caiga la mínima sospecha de haber antepuesto sus intereses personales a los del club. Hay que erradicar del vestuario todo aquello que huela a falta de compromiso y de sacrificio.
El Barcelona necesita abrir la ventana para que entre aire fresco. Ese aire se llama Josep Guardiola Sala.