El espíritu de la Puerta de Alcalá

En noviembre de 1937, el Frente Popular, para celebrar el XX aniversario de la Revolución soviética, adornó la Puerta de Alcalá con las efigies de Molotov, Stalin y Voroshilov, los tres dirigentes supremos de la URSS.





Casi setenta años después, el 3 de febrero de 2007, el día en que en una manifestación contra ETA y contra la negociación con los terroristas sonó el himno de España, nace el espíritu de la Puerta de Alcalá.





Es cierto que hay muchos españoles (de toda clase y condición, de todos los partidos e ideologías, intelectuales, políticos, profesores, periodistas, juristas, artistas, obispos, curas...), quizá demasiados, que odian a su país, que detestan su historia, que desprecian sus símbolos, que prefieren una ikurriña, una estelada, una bandera de Cuba o de Venezuela o con la hoz y el martillo antes que la bandera de España, que les gusta más la Internacional o Els Segadors que el himno español. Sí, los hay. Pero también existe una masa considerable de opinión, que es por lo menos la mitad de la Nación, que no se resigna a morir. Esa media nación que no se resigna a morir se vio representada en la manifestación de ayer, en las miles de banderas de España, en los discursos, magníficos los de Teresa Jiménez Becerril y Mikel Buesa, y en el himno final.

Después de treinta años de democracia, ha nacido el espíritu de la Puerta de Alcalá. Sin complejos (en ningún acto del PP ha sonado el himno de España), con orgullo, con gritos de España, España, con banderas de España, con el himno de España.