Pérdida de tiempo

Los mundiales, las eurocopas, los torneos de selecciones, no valen para nada. El verdadero fútbol es el de los clubes. ¿Quién se acuerda de que Grecia ganó la última Eurocopa? ¿Qué supuso su triunfo? ¿Cuántos días durará el recuerdo de los mejores equipos de este Mundial? ¿Qué han aportado Italia, Francia o Alemania? Los mejores jugadores del campeón han sido el portero Buffon, los centrales Cannavaro y Materazzi, los laterales Grosso y Zambrotta y el mediocentro defensivo Gattuso. La nada.

Las selecciones que han llegado lejos no arriesgan, no van a por el partido, no arrollan al rival. Se arropan, aguardan en su campo a la espera de un contraataque, un balón largo o una jugada a balón parado. Juego, muy poquito.

Es curioso que durante el torneo se hayan agrandado algunas figuras que a lo largo de la temporada mostraron un evidente declive. Vieira, al contrario de lo que sucedió en el España-Francia, se vio claramente superado por Cesc en la eliminatoria que enfrentó a la Juve y al Arsenal. Pirlo y Gattuso, fundamentales en el Mundial, fueron incapaces de responder al juego de Iniesta en el Milan-Barcelona. Siguiendo con los ejemplos, ningún jugador alemán, a pesar de haber conseguido la proeza del tercer puesto, es alguien en esto del fútbol.

Quizá el paradigma de que el fútbol de las selecciones va por un lado y el de los clubes por otro es Zidane. Llevaba tres años arrastrándose en el Madrid. Su juego era cansino y previsible. Sus mejores días ya habían pasado. Se decía que el alivio que le suponía a España la titularidad de Zidane era casi tan grande como el que le causaba a Francia la de Raúl. Y de repente llegan las eliminatorias. Y Zidane vuelve al nivel del 98. Asombra en cuartos frente a Brasil y en la segunda parte de la final contra Italia. El mismo jugador que durante la temporada fue uno de los responsables de que el Madrid cerrara el peor trienio desde los tiempos de Bernabéu, ha estado a punto de llevar a la mediocre Francia al título mundial.

Así es este tipo de fútbol. Por encima de todo, aburrido. Sin referentes ni jerarquía. Sin la influencia del Barcelona, el abanderado en estos momentos del juego. Del fútbol de verdad.