Gasol en los 80
Llegar a la NBA es un reto para cualquier jugador de baloncesto. Triunfar en la mejor liga del mundo, un sueño. Ser traspasado al equipo más popular del planeta, una utopía. Y jugar unas finales contra el conjunto más admirado, emblemático y exitoso; revivir el enfrentamiento que hace algo más de dos décadas convirtió a la NBA en un espectáculo global, único, el paraíso con canastas.
Pau Gasol Sáez ha conseguido todo eso. En unas horas comenzará el primer partido de la final de la NBA en el TD Banknorth Garden, el pabellón que sustituyó hace unos años al mítico Boston Garden. Todo el mundo se acuerda de aquellas tres finales entre Celtics y Lakers, de aquellos quintetos que cualquier aficionado al baloncesto se sabe de memoria, aunque por razones de edad no viera esos duelos, Dennis Johnson-Magic, Danny Ainge-Byron-Scott, Larry Bird-James Worthy, Kevin McHale-AC Green y Robert Parish-Kareem Abdul Jabbar. Impresionante. Casi todos ellos son Hall of Fame. Y estaban en el mejor momento de sus carreras. Luego llegarían las hazañas de Michael Jordan. Pero la NBA comenzó a traspasar fronteras con el antagonismo Boston-Los Angeles, clasicismo contra show time, juego a media pista frente a contraataque, sobriedad ante glamour. Algo irrepetible.
Aunque en baloncesto cualquier tiempo pasado fue mejor, conviene alimentar la leyenda, recordar los gloriosos 80 mientras Gasol defiende a Kevin Garnett, corre por el carril central o da una asistencia a Kobe Bryant. Tal vez dentro de un tiempo hablemos de Gasol con la misma admiración que ahora nos producen Magic y Bird.
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