08 mayo 2008

Ja sóc aquí

"Para jugar al fútbol se necesita sobre todo una idea, un concepto, un estilo, y un grupo de jugadores que sintonicen con ella. Yo no conozco otra manera de jugar: el campo abierto, con dos extremos-extremos pegados a las bandas; llenar la divisoria para dar profundidad, a cambio de renunciar a un defensa, y darle aire y velocidad a la pelota. Del rival sólo debemos saber si juega con uno o dos delanteros, y asignarles uno o dos marcadores y un tercer hombre que cierre, y los demás a llenar la cancha, a tocar, a tener la pelota. Es aquello de los tres defensas, cuatro medios y tres delanteros. Puede que sea una idea romántica del juego, pero a los futbolistas nos mueve el amor al fútbol, el gusto por el balón. Me seduce la idea de jugar de una forma como no juega ningún otro equipo de España. Es un signo de distinción, una manera diferente de vivir el fútbol, un estilo de vida, una cultura".

Así se expresaba Pep Guardiola a finales de 1998 en una entrevista que concedió a El País. Guardo ese recorte de periódico en un lugar privilegiado de mi desordenada hemeroteca. Cuando leí por primera vez esa entrevista, hace casi diez años, tuve el convencimiento de que algún día Guardiola ocuparía el banquillo del Camp Nou. Y de que con él, Cruyff no moriría para siempre.

Ese día ya ha llegado. Ayer el presidente Laporta confirmó que Guardiola es el nuevo técnico del Barça, el nuevo Cruyff, el nuevo profeta. El mito, el medio centro geométrico, se hizo entrenador.

Veinte años atrás, en mayo de 1988, el club azulgrana, aunque por otras causas, estaba sumido en una crisis comparable a la actual. Núñez, envuelto en el descrédito, se la jugó a una carta, todo o nada, y fichó a Cruyff. Y el Barcelona fue reinventado. Desde entonces el Barça está sujeto a un corpus futbolístico muy concreto, tiene un ADN. Ahora Guardiola aspira a estar a la altura de su maestro.

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