Nacionalsocialismo

La izquierda, que es una ruina en lo moral, en lo intelectual y en lo estético, tras la implosión de la URSS se quedó sin referentes, sin nada a lo que agarrarse. Pero el hueco que dejó el Imperio del Mal pronto fue ocupado por el nacionalsocialismo.

La izquierda es nacionalista, nacionalista vasca, catalana y gallega, se entiende. Y el nuevo socialismo se identifica con los movimientos antisistema y antiglobalización, el populismo iberoamericano y el islam. De ahí el nacionalsocialismo y el odio a Estados Unidos, a la economía de mercado, al liberalismo, a la cultura occidental, valga la redundancia, y por supuesto, a Israel.

Desde los tiempos del III Reich un partido en el poder no convocaba una manifestación como la que tuvo lugar el jueves en Madrid. Una manifestación nacionalsocialista. Una manifestación en la que los que atacan a la Iglesia católica apoyaban a Hezbolá, el Partido de Dios. Una manifestación en la que las feministas aplaudían a países en los que las mujeres carecen de derechos. Una manifestación en la que los pacifistas vitoreaban a los terroristas de Hamas. Una manifestación en la que los gays defendían a regímenes en los que la homosexualidad es un delito castigado con el ahorcamiento. Una manifestación, en fin, en la que la palabra judío se utilizaba, otra vez, como insulto.

Esta alianza entre el nacionalsocialismo y el islam no es de ahora. Como recuerda José García Domínguez, viene de la II Guerra Mundial, cuando la Handzar Trenmung, la división islámica de las SS, integrada por 21.000 musulmanes, combatió a las órdenes directas de Himmler.

Señalemos, nuevamente, lo obvio. La crisis comienza en el momento en que Hezbolá, grupo terrorista que forma parte del gobierno de Líbano, para desviar la atención que se está cerniendo sobre sus amos iraníes como consecuencia de la escalada nuclear que están llevando a cabo, ataca posiciones militares israelíes, secuestra a dos soldados y asesina a otros ocho en el norte de Israel. La respuesta del Tsahal no se hace esperar. Antes de bombardear las bases de los terroristas, Israel avisa y pide a los habitantes que se alejen de los objetivos militares, pero Hezbolá lo impide, como hace siempre, con su chantaje de terror y sangre. Los terroristas se esconden entre la población civil y niños y mujeres son utilizados como escudos humanos. La réplica de Hezbolá consiste en golpear mediante misiles Katihusha ciudades israelíes. Unos días antes, Hamas, la organización terrorista que gobierna Palestina, también secuestra y asesina a soldados israelíes en suelo de Israel y ataca desde Gaza, con cohetes al Qassam, a los núcleos urbanos de Israel más próximos, escuelas incluidas. Este doble ataque que sufre Israel no es sólo responsabilidad de los terroristas sino también, en no menor medida, de Siria e Irán, sus patrocinadores.

No hay, por tanto, reacción desmesurada ni desproporcionada de Israel. Simplemente nos encontramos ante el enfrentamiento de dos cosmovisiones antagónicas. La de Israel, que se fundamenta en el valor de la vida, en el respeto a las leyes de la democracia, en el control del uso de la fuerza... y la de Hezbolá y Hamas, que se basa en el islam, que significa sumisión a la voluntad de Alá, en la que todo está permitido, no hay cortapisas ni respeto a los derechos humanos.