Lamentan más la muerte de Sadam que el asesinato de los dos ecuatorianos

Hagan memoria. Si han tenido la fortuna de compartir mesa y mantel estos últimos días navideños con algún progre le habrán escuchado maldecir a... ¡Estados Unidos! Los que jamás se acordaron de las víctimas de Sadam Husein ahora profieren jeremiadas por su ahorcamiento consecuencia de la aplicación de las leyes iraquíes. Ya se sabe, los americanos son unos bárbaros faltos de sensibilidad democrática. Eso siempre. Y a todo esto, ni una palabra sobre Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, los dos pobres ecuatorianos asesinados por ETA.

Bueno, miento, a veces sacaban el tema y decían: "Estaréis contentos, ¿no? Ya habéis conseguido que haya muertos". Y a renglón seguido se metían con Aznar. De manual.

Qué tíos. La firmeza contra ETA les duró unos minutos. No tardaron en sacar el mantra de la paz y el diálogo. El argumento se puede aplicar cuando no hay asesinatos, qué buena es ETA que no nos mata, y cuando los hay, ETA es mala pero hay que pactar para que deje de matarnos. Hace unos años, con motivo del Pacto por las libertades y contra el terrorismo que impulsó Zapatero, defendían justo lo contrario... hasta que Cebrián dijo basta. Como carecen de principios, se mueven a golpe de consigna. La secta ordena que por allí, vamos por allí. Ahora toca por acá, pues por acá.

Ya no hay marcha atrás. Los que apostaban por hablar de política con una banda terrorista que lleva cuarenta años asesinando, no se van a escandalizar por dos asesinados más a sumar a la casi milenaria lista etarra. Decía Stalin que una muerte es una tragedia, un millón de muertes, simple estadística.