Cuéntame lo que no pasó

Hagamos memoria (histórica). El régimen de Franco fue una dictadura autoritaria, en la que no había, evidentemente, libertad política, pero sí otro tipo de libertades: de prensa (se podía leer cualquier periódico extranjero), de circulación (los españoles podían salir y entrar del país sin trabas), de cátedra (en las facultades de Historia se estudiaba con manuales del marxista Tuñón de Lara), económica (la propiedad privada nunca se cuestionó y, tras la reforma de los tecnócratas, el Estado dejó de ser intervencionista lo que originó un gran crecimiento, en gran medida gracias al turismo)...

España era el país de Europa con menos presos, la mayoría de ellos comunes. Los pocos centenares de presos políticos eran comunistas y terroristas, no muy buenos ejemplos de demócratas. La escasa oposición que sufrió el franquismo provenía del PCE y de bandas terroristas como la ETA y el GRAPO. Los miembros del PCE eran estalinistas partidarios de dictaduras totalitarias como la cubana, la norcoreana, la de Alemania Oriental o la rumana, sin duda mucho peores que la de Franco.

La corrupción institucional era bastante limitada, muy alejada en cualquier caso de la larga noche felipista, y el poder judicial era relativamente independiente. La seguridad jurídica favoreció la inversión extranjera. De ahí las altas cotas de prosperidad material.

Pues bien, la serie Cuéntame, que se empezó a emitir en tiempos de Aznar (tan mala era entonces como ahora), no refleja nada de lo que anteriormente hemos expuesto. Cualquiera que la viera pensaría que en aquella época España padecía un atroz estado policial, una sanguinaria dictadura, a la que todos se enfrentaban y de la que todos pretendían huir (presentan a una exiliada ¡en 1975!).

La serie es exageradamente maniquea. Si aparece un personaje corrupto o malvado, no lo duden, es un militar, un miembro del régimen o un cura fascista. Si se menciona a algún muerto de la guerra civil, ¿de qué bando será? Exacto, lo han adivinado.

Se hace una constante referencia a las diferencias sociales, a los privilegios de los más pudientes, lo que carece de sentido, pues el gran mérito de Franco fue crear una inmensa mayoría de clase media, que posibilitó la llegada de la democracia.

El matón de la clase es hijo de un... falangista. Los obreros, santurrones, sin mácula, son presentados como víctimas del sistema (¡cómo si no hubiera obreros franquistas, claro, la Plaza de Oriente la llenaban los aristócratas). Los protagonistas, los buenos, las personas con las que el público se identifica, los héroes, los quijotes, son siempre comunistas, es decir, estalinistas. Casi nada.

En definitiva, basura progre que por lo visto se traga todo el mundo. Memoria histórica.