El último romántico

Más allá de su inacabable palmarés, 2 Mundiales, 3 Europeos, 3 Euroligas, 1 Recopa, 6 Ligas, 3 Copas, más allá de su infinita técnica, de su dominio del juego, de sus asistencia por la espalda, de sus fintas, de su manera de entrar a canasta, de su juego en el poste bajo, más allá de ser junto con Magic Johnson el único baloncestista capaz de jugar de base, escolta, alero y ala-pívot, Dejan Bodiroga, el genio de Zrenjanin, será recordado por ser el último gran jugador europeo que renunció a los dólares de la NBA y prefirió ser cabeza de ratón antes que cola de león, el último romántico que antepuso la gloria de los títulos al anonimato de la pasta, la admiración de Europa a la indiferencia de Estados Unidos.

En la era de los lebrones, tipos rapidísimos y musculosos, que se tiran hasta las zapatillas y que se pasan los partidos pegando brincos, Bodiroga demostró que se puede ser el número uno sin hacer mates, sin apenas saltar unos centímetros, sin lanzar constantemente triples y con el tren superior de un oficinista. Sólo talento. Tan bueno fue, que consiguió lo que no lograron antes ni Aíto, ni Epi, ni Djordjevic, ni Gasol, que el Barcelona ganara la Copa de Europa.

A sus 34 años ha dicho basta. Irrepetible Bodiroga.