Contador en Casablanca
Cuando uno es el ciclista más importante del momento (o al menos el mejor hombre Tour) y decide fichar por el Astana, el conjunto de Manolo Saiz primero y de Vinokúrov después, lo mínimo que le puede pasar es que a su equipo lo excluyan de la grande boucle.
La decisión de Alberto Contador de decantarse por la formación kazaja recuerda a aquella célebre frase que le dice Rick a Ilsa en Casablanca: "De entre todos los tugurios que hay en el mundo, tuvo que entrar en el mío". De entre todos los equipos que hay en el mundo, Contador tuvo que elegir el de pasado más turbio, el de trayectoria más sucia, el de currículum más contaminado por el dopaje. Por mucho que el Astana 3.0 no tenga nada que ver con el 1.0 (Saiz, Operación Puerto), ni con el 2.0 (Vinokúrov, dopaje masivo), no deja de ser el Astana.
Es de esperar que Contador recapacite y no cumpla su promesa de no abandonar a su actual equipo si éste era excluido del Tour. El aficionado nunca entenderá que Contador renuncie a defender en 2008 el amarillo que conquistó un año antes. Es muy fácil, que se vaya, por ejemplo, al Caisse d'Épargne con Eusebio Unzue y Alejandro Valverde.
De Contador, sólo de Contador, depende su participación en el Tour. Allá él.
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