Un liberal en Can Barça
El economista independentista catalán Xavier Sala i Martín presidirá el Barcelona hasta que en septiembre Laporta vuelva a ganar las elecciones. Es el único liberal que conozco que es nacionalista. Es la excepción que confirma la regla, el liberalismo y el nacionalismo son incompatibles.
Hace unos años estuve a punto de comprarme su libro "Economía liberal para no economistas y no liberales". Cuando vi que la dedicatoria la dirigía a los jóvenes que luchan por la independencia de Cataluña, o algo así, pensé que no sería una buena idea que se lucrara a mi costa un liberal que no defiende la libertad de los no nacionalistas. En cualquier caso, es un gran libro. Xavier Sala i Martín demuestra que gracias a la globalización y a la extensión de la economía de mercado, en poco más de treinta años la pobreza ha pasado de representar un 37% de la población mundial a menos del 13%. Considera que la intervención del Estado en la economía es una receta infalible para seguir siendo pobre.
La llegada de un liberal a la presidencia del Barcelona, me da pie a pensar en la escasa relación que existe entre el liberalismo y el fútbol.
El fútbol se alimenta de la tradición, del romanticismo, de la ilusión, del orgullo, aunque salga caro. Si el Barcelona fuera una empresa, sus accionistas habrían exigido que llevara publicidad en la camiseta. Si el Athletic cotizase en bolsa estaría hundido en 2ªB. Una empresa debe contratar a los mejores y más baratos trabajadores del mundo. Si el Athletic eso hiciera, perdería su razón de ser.
El Madrid también es un buen ejemplo. La política de Florentino, idónea para triunfar en la vida, resultó nociva en lo futbolístico. Fichar a los mejores jugadores supuso renunciar a valores muy apreciados por el socio, que seguro que aplaude más a un chaval de la cantera que a un Beckham. ¿Sería posible que en un bufete de Serrano fuera más valorado un estudiante en prácticas madrileño que un abogado inglés que hace ganar a su empresa muchísimo dinero?
Decía Valdano que no recordaba que alguien haya salido alguna vez a Cibeles a celebrar un balance de resultados. La única obligación de una empresa es ganar dinero legalmente. La obligación de un club de fútbol ni siquiera es ganar títulos sino respetar su idiosincrasia. Capello nunca podría entrenar al Barça porque aunque ganara la liga el Camp Nou se vaciaría.
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