El campeón sin límites
Según la tradición, en cada década un escalador se impone en la grande boucle. En los sesenta Nencini, en los setenta Van Impe, en los ochenta Perico, en los noventa Pantani... Y ahora Contador, que a diferencia de los que le precedieron, ganará más de un Tour.
Si Carlos Arribas calificó a Lance Armstrong, el ciclista que venció al Tour al retirarse en la cima de su poder, en la cumbre de su arte, como el campeón sin crepúsculo, Alberto Contador debe ser considerado como el campeón sin límites. Ni los gurús de la ronda gala son capaces de aventurar el número de Tours que tiene el chico de Pinto en sus piernas, dadas su juventud y su extraordinario potencial sobre la bicicleta. Nacido para la gloria.
De Contador se podía esperar que brillara en la montaña, que ganara alguna etapa y que se hiciera con el jersey blanco de mejor joven. Nadie se lo imaginaba en lo más alto del podio de París. Era su segundo Tour, el primero que salía a disputarlo, tiene sólo 24 años, la tercera semana se le iba a hacer muy larga, ya saben.
Sin embargo, durante estas tres últimas semanas ha mostrado unas cualidades increíbles. No ha tenido ningún día malo, en la montaña ha levitado, pedalada fácil, es capaz de subir a ritmo y a tirones. Su actuación, tanto en los Alpes como en los Pirineos ya forma parte de la leyenda: su primer momento de gloria en la ascensión a Tignes, pinchó y volvió a conectar con el grupo de cabeza, el ataque tremendo en el Galibier, la victoria en Plateau-de-Beille, su espectáculo en el Peyresourde, las ganas y la impotencia ante el tramposo Rasmussen en el Aubisque... Y en las contrarrelojes está prácticamente en el nivel de los especialistas. El ciclista sin techo.
Contador es eso y mucho más. Es el corredor limpio (siquiera a la fuerza: debido a su cavernoma el dopaje sería un suicidio) que da credibilidad al ciclismo, es el escalador que ha recuperado la épica, el ataque sin descanso, sin pinganillo, sin cálculo, sin reservas, contentar antes a la afición que al director, es la persona que venció a la muerte, que demuestra que en la vida siempre hay una segunda oportunidad, que no hay que perder la esperanza. La inocencia hecha ciclista.
En su discurso de despedida, tras ganar su séptimo Tour, Armstrong dijo: "“Lo siento por los cínicos, por los escépticos que no creen en el ciclismo, que no creen en los milagros. El Tour y el ciclismo son una carrera y un deporte extraordinarios, en el que no valen los secretos. Soy un fan del Tour, lo seré toda mi vida. No es un secreto que es el deporte más difícil, el que exige más trabajo y sacrificio. ¡Vive le Tour forever!"
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