Memento mori
Jesús Polanco ha fallecido hace unas horas a los 77 años. Lo primero que viene a la cabeza es aquella frase que constantemente le repetían a los emperadores romanos sus siervos: memento mori, recuerda que eres mortal.
A Polanco nadie se atrevió a recordarle nada parecido. No hubo en España un hombre con tanto poder, algunos reyes y dictadores al margen, desde los tiempos de los validos. Y ese poder nunca lo utilizó para bien. Fue el peor enemigo de España y de las libertades de los últimos treinta años.
Polanco, que fue franquista hasta que murió Franco y antifranquista después de la desaparición del dictador, que se hizo millonario colaborando con las dictaduras de Franco y las del cono sur y que montó un imperio mediático gracias a las prebendas, especialmente las de Aznar, que todo inquilino de La Moncloa le otorgó, fue la referencia única de la izquierda española y de buena parte de la derecha. Pocas fueron las personas que se atrevieron a enfrentarse a sus desmanes, José María García, Jiménez Losantos, Pedro Jota, Jesús Cacho, Jaime Campmany, el juez Liaño, Pío Moa, entre las más notables.
Se valió de su inmenso poder, creado al abrigo de las más altas magistraturas, el famoso imperio del monopolio, televisiones, radios, periódicos, editoriales, productoras... para expedir carnés de democracia. Todo el que no pasaba por el aro de su secta se convertía para sus escribas en franquista, fascista y cosas por el estilo. Sólo admitió la sumisión.
Polanco es el artífice de esta segunda transición que está padeciendo España, del cambio del régimen constitucional, de la alianza entre el PSOE y los nacionalista para acabar con la soberanía nacional, del pacto del gobierno con ETA, de la expulsión de media España del espacio público, de la promoción del resentimiento guerracivilista. Sin el plácet de Polanco nada de esto se hubiera llevado a cabo.
El caso de Polanco, su vida y su anunciada aunque prematura muerte, debería hacernos reflexionar sobre las limitaciones del ser humano. Al final, desde el déspota más omnipotente hasta la más humilde de sus víctimas, todos acaban en el mismo sitio. Tanto poder, tanta contribución a las peores causas, tanto infundir temor, para terminar, lenta pero inexorablemente, así, como el común de los mortales.
Que tanta paz lleve como descanso deja.
2 Comments:
Que descanse, si puede, en paz.
Que disgusto...
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