El medio minuto en que Holden se disfrazó de Michael Jordan
Todo lo que se ha escrito tras la final del Eurobasket habría sido muy diferente si J.R. Holden, el americano nacionalizado ruso a golpe de decretazo por Putin, no se hubiera disfrazado de Michael Jordan durante los últimos 30 segundos del partido.
Al igual que hizo el 23 de los Bulls en el último encuentro de la final de la NBA de 1998, cuando de un zarpazo robó el balón a Malone, sin pedir tiempo lo subió, rompió la cintura a Rusell, lanzó y convirtió la que para muchos es la mejor canasta de la historia del baloncesto, Holden apareció de ninguna parte, le quitó el balón a Gasol, se apoderó de la situación, aprovechó el aclarado de sus compañeros, engañó a Calderón, tiró y... ya saben.
Pero más allá de ese detalle, de ese balón que rebota en el aro y entra y de ese otro que se sale de dentro, más allá de ese último medio minuto fatídico, hay causas de fondo que explican la pérdida de la inocencia de la España de Pepu.
A los que presenciamos en directo el partido nos llamó la atención el escaso ambiente baloncestístico que se respiraba en el Palacio de los Deportes. Los pibones están muy bien pero aquello, más que una final, más que un partido en el que España se jugaba el oro europeo, parecía la Pasarela Cibeles. El pabellón es una maravilla arquitectónica, muy cómodo para el espectador pero tal vez no sea el lugar más adecuado para asustar al contrario. Demasiado VIP y poco aficionado al baloncesto. Jugar en casa supuso una presión añadida y no se consiguió, ni de lejos, intimidar a árbitros ni a rivales.
Se ha dicho que España, tras la batalla de semifinales contra Grecia, llegó muy cansada física y mentalmente al último partido. Sorprende que un equipo que presume de utilizar a los doce jugadores, de mover constantemente el banquillo, se haya desgastado tanto. Si España estaba cansada, ¿cómo estarían los demás? Es evidente que a Gasol se le veía exhausto, pero eso es responsabilidad de Pepu, que se traicionó, no confió en Marc y le hizo jugar 37 minutos en semifinales y apenas le dio descanso en la final. Pepu infrautilizó a Marc y también a Sergio Rodríguez. El base, si hubiera tenido confianza, podría haber sido un revulsivo para desatascar la final. Se desperdició su enorme talento.
El ataque adoleció de una pobreza impropia de un equipo tan afamado. Una cosa es jugar para Gasol y otra limitarse a meterle balones a cinco metros de la canasta. No se vio ningún sistema, ningún movimiento para que Gasol recibiera con ventaja, cerca del aro, ninguna solución para que no le llegaran las tremendas ayudas de los rusos. Se optó por lo más cómodo a pesar de que no se estaba sacando ningún provecho de ello. Para colmo, muchos de esos pases ni siquiera alcanzaban el objetivo, las manos de Gasol. Eran tan previsibles, se telegrafiaban de tal manera que a los defensores rusos no les costaba interceptarlos.
Si exceptuamos el arranque del partido, España no estuvo a gusto en ningún momento. No pudo imponer su estilo. Dominaba el marcador pero no el juego. Se echó de menos alguna variante desde el banquillo. Algo que cambiara la dinámica. Tal vez haber juntado a Rudy y a Navarro o a Marc y a Pau. No se probó nada diferente y por tanto no se pudo dar con la tecla. España agonizaba pero no recibió ningún tratamiento de choque.
A todo lo anterior hay que unirle, y esto ya no es culpa de Pepu, el discreto partido de Reyes y de Rudy y que Garbajosa y Navarro salían de una lesión. Ante este panorama Calderón tuvo que tirar del carro pero su propuesta se basó en los triples. El mejor base de la historia de nuestro baloncesto fue incapaz de imponer el ritmo que más le convenía a España. Y desapareció en los momentos decisivos. Ni rastro de sus penetraciones, de sus asistencias, de su control del tempo de juego.
Lo único positivo de la derrota es que gente como Carlos Cabezas, Berni Rodríguez o Álex Mumbrú, seguro que buenas personas pero jugadores de segundo nivel al lado de sus compañeros, no tendrán garantizado el billete a Pekín. Raúl López, Ricky Rubio, Víctor Claver o Fran Vázquez deben tener opciones de ir a los Juegos Olímpicos. El presente es una cruel plata. El futuro será áureo.
Por último no hay que olvidar que ZP, después de haber apoyado a Kerry, a Schröder, la Constitución Europea, a Ségolene Royal, a Miguel Sebastian... tuvo la feliz idea de acercarse al Palacio de los Deportes. Y el oro, no podía ser de otra manera, se fue a Moscú.
1 Comments:
Aunque el resultado hubiera ido otro de haber entrado la pelotita en el aro, hay que tener en cuenta tres detalles:
1. La mala dirección desde el banquillo en ese último minuto.
2. La cantidad de errores acumulados en el pase de Jiménez
3. El ambiente gélido del Palacio, quizás por tantos "aficionados" vips de última hora.
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