Cancellara en un valle de los Pirineos
Fabian Cancellara, un imponente rodador suizo del CSC, tremendos cuádriceps a punto de destrozar la bicicleta, que está a casi una hora del ahora líder Cadel Evans, acabó con el sueño de Alejandro Valverde de ganar el Tour de Francia, una carrera que este año, por la ausencia de Contador y el tipo de recorrido, parecía un traje a medida para el genio de Las Lumbreras.
En los últimos kilómetros del Tourmalet, el penúltimo puerto de la etapa, Valverde, un ecce homo, heridas cubiertas por vendajes tras su golpe contra el asfalto días atrás, comenzó a perder contacto con el grupo de los favoritos. En la cima le aventajaban en algo más de medio minuto. Un tiempo asumible, que en la bajada debería haber recortado, para ya en el llano, antes de afrontar el terrible Hautacam, donde Induráin sucumbió ante Riis en 1996, poder enlazar sin mayores problemas, gracias a la ayuda de sus compañeros de equipo, con los mejores.
Pero en esto apareció Cancellara, una locomotora a pedales, y transformó los segundos que se dejaba Valverde en el Tourmalet en una minutada insalvable en las faldas de Hautacam. Y el murciano, el ciclista más interesante, junto a Ricardo Riccó, de cuantos peleaban por el maillot amarillo, se despidió del triunfo final. Ahora el Tour queda en manos de los garrapatas, los corredores incoloros, inodoros e insípidos, aburridos a más no poder, Evans, Menchov, Sastre y demás. Una lástima.
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