¿Se puede creer en los Reyes Magos?
¿Se puede creer en un deporte en el que los ganadores de las tres últimas grandes vueltas, Heras, Basso y Landis, están relacionados con el dopaje? ¿Detrás de cada gesta se esconde una transfusión de sangre enriquecida, una inyección de EPO o una ingesta de testosterona? ¿Por qué los honrados nunca denuncian a los tramposos?
¿Por qué la mentira? ¿De qué valen las victorias fraudulentas? ¿Por qué un hombre de fuertes creencias religiosas cae en la tentación?
¿Por qué la estupidez? ¿Por qué Landis se dopó si sabía que todos los ganadores de etapa pasan un control? ¿Acaso se dopan todos pero sólo pillan a unos pocos?
¿Se puede admirar la belleza, el esfuerzo, la épica aunque sospechemos que nada es real?
¿Se podrá volver a ver el ciclismo a través de los ojos de un niño?
Floyd Landis, el menonita increíble, no era un héroe homérico, prefirió el triunfo artificioso, la seguridad de la gloria efímera al reconocimiento perdurable, a la fama póstuma...
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