17 octubre 2009

Generación Andrés Montes

Hace un mes, tras acabar la final del Eurobasket de Polonia, Andrés Montes: "Yo me despido de todos ustedes. Es mi última retransmisión con La Sexta y voy a decir lo mismo que decía hace tres años y pico, cuando vine aquí: la vida puede ser maravillosa. Un saludo, amigos".

Pertenezco a esa generación de españoles que trasnochaba en no pocas ocasiones, con la consecuencia lógica en algunos exámenes, para ver los partidos de la NBA que narraba Andrés Montes y comentaba Antoni Daimiel.

Aunque muchos descubrieron a Montes en ese momento yo lo recuerdo de mucho antes, cuando retransmitía el baloncesto en la Antena 3 Radio de García. De aquella época son sus primeros motes: Jota Ele Punto Llorente; Chechu Biriukov, desde Rusia con amor; José Lasa, tú serás mi baby; Rafa de repente un extraño Vecina; Alberto Caviar Herreros; Azofra, el chico más listo de la clase.

Pero fueron sus narraciones televisivas de la NBA, primero y de la selección española de baloncesto (en fútbol parecía algo postizo), después lo que convierten a Andres Montes en un icono generacional. Su influencia en cualquier persona mínimamente interesada por el deporte de la canasta es absoluta. ¿Quién, jugando una pachanga de baloncesto, no ha gritado alguna vez vaya crack, jugón, cómo las enchufa, pincho de merluza, Bonilla a la vista, estopa mix, con el bricolaje, raza blanca: tirador, se dejaba llevar o Wilma, ábreme la puerta?

Es cierto que Andrés Montes no ayudaba a que el espectador desentrañase los secretos de un partido de baloncesto, espectáculo más complejo que lo que él solía dar a entender, es más, frecuentemente confundía al personal con sus apreciaciones un tanto superficiales. Pero su legado es enorme. Trascenderá al paso del tiempo. Consiguió que mucha gente que apenas sabía lo que era una falta personal se acercara a la NBA con verdadero entusiasmo. Y los que ya estaban familiarizados se engancharon a sus narraciones sabiendo que estaban ante algo único, especial, diferente a todo lo que se veía por ahí fuera.

Esa pasión narrando, ese estilo inconfundible, esa exactitud a la hora de inventarse motes para todo tipo de jugadores, ese querencia por los tipos controvertidos, esas conversaciones con Daimiel sobre la vida (Calabaza's Club, ¿qué pasó en el verano del 99, Daimiel?), forman parte de los mejores recuerdos de mi adolescencia.

Murió la magia del basket. Andrés Montes. Descanse en paz.

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