En la NBA hay tres equipos verdaderamente importantes, el equivalente al Madrid, Barcelona, Milan o Manchester United en el fútbol europeo, Boston Celtics y Los Angeles Lakers, por títulos y fama, y New York Knicks, por repercusión y seguidores.
En la tarde de ayer, sin que nadie lo esperara, sin el conocimiento del propio interesado, como ocurre en muchos movimientos que se producen en la NBA, saltó una de las noticias deportivas del año, el fichaje de Pau Gasol por los Lakers, la legendaria franquicia californiana.
Que Gasol debía huir cuanto antes del manicomio de Memphis, era evidente, pero que pudiera salir de allí esta temporada resultaba una quimera, debido a la obstinación que hasta ahora habían mostrado los directivos de los Grizzlies por retener a toda costa al de San Baudilio. Y si además de lograr escapar del club de Tennessee su destino es Los Angeles, Pau Gasol es el hombre más feliz del mundo.
Pero la sorpresa va más allá. Memphis no traspasa a Gasol, lo regala. Lo único interesante que recibe a cambio son los derechos sobre Marc Gasol, que hasta ahora pertenecían a los Lakers.
Gasol llega a unos Lakers que marchan segundos en la
Pacific Division, entrenados por Phil Jackson, el maestro zen de los nueve anillos, y liderados por Kobe Bryant, el mejor escolta-alero de los últimos diez años. Sigamos. Andrew Bynum, un
center puro, es ya un pívot dominante en la liga. Lamar Odom, de quien Pat Riley dijo en su día que iba a ser el nuevo
Magic Johnson, está en el mejor momento de su carrera. Desde el banquillo sale gente como Sasha Vujacic y Luke Walton, por fuera, y Chris Minh y Ronny Turiaf, por dentro, muy del gusto de Jackson, disciplinados y eficaces. En cambio, el puesto de base, como siempre en los equipos de Phil Jackson, es el más flojo. Derek Fisher, a pesar de su buena campaña, no está para muchas alegrías y Jordan Farmar no es un director de juego clásico.
Gasol se beneficiará de la filosofía de Phil Jackson, el famoso ataque en triángulo. Una concepción del baloncesto donde prima el colectivo, el orden, la circulación de balón y la inteligencia. Nada más alejado de la locura de Memphis. Es el momento de que demuestre que, tras Tim Duncan y Kevin Garnett, es el mejor
cuatro del mundo.
Los Lakers, con Gasol, son la plantilla más poderosa de la NBA. ¡Vuelve la fiebre amarilla!