26 octubre 2008

Los antifranquistas no luchaban por la democracia

Escucho en no me acuerdo que programa progre, son tantos, de no recuerdo que cadena progre, son todas, a una tal Esther Palomera, que trabaja en La Razón y colabora en La Linterna, quejarse de la demolición de la cárcel de Carabanchel. Según esta periodista progre, esa construcción, o al menos una parte de ella, debería permanecer en pie para no olvidar a los represaliados por el franquismo, que en su opinión, luchaban por la libertad y la democracia.

Pues no. Hay que decirle a esta señora, de muy buena presencia, dicho sea de paso, que en su inmensa mayoría, si no en su totalidad, los antifranquistas pertenecían al PCE o a la ETA, es decir, eran comunistas o terroristas.

En ambos casos luchaban contra la dictadura franquista pero no para traer una democracia liberal sino para implantar un régimen totalitario. Los comunistas de aquel entonces admiraban dictaduras como la Cuba de Fidel Castro, la RDA de Honecker, la Rumanía de Ceaucescu o la Corea del Norte de Kim Il Sung. Y, por supuesto, dependían de Moscú. Vamos, que lo que anhelaban los comunistas españoles era una dictadura más completa y férrea que la de Franco.

Y los terroristas de ETA, los otros antifranquistas, asesinaban, y todavía asesinan, con el objetivo de imponer una dictadura marxista-leninista de corte etnicista, Lenin y Sabino Arana en un solo paquete.

Nada de libertad, nada de democracia. Lo que perseguían los antifranquistas, el objetivo por el cual llegaban a arriesgar su vida, era la dictadura. Una terrible y cruel dictadura.

21 octubre 2008

Por qué yo también dejé de ser de izquierdas

Se acaba de publicar un ensayo, Por qué dejé de ser de izquierdas, en el que doce intelectuales explican los motivos por los que abandonaron la izquierda. Ciudadela, la editorial del libro, ha creado un espacio en su web en el que todo aquél que lo desee puede contar su propia experiencia al respecto. Ahí va la mía.

Entre mis numerosos pecados se encuentra haber sido de izquierdas. Mi padre ha sido, y lo sigue siendo, un socialista de estricta observancia. Con esto quiero decir que es un votante del PSOE de los fijos, de los que jamás se plantean nada el día de reflexión. Y un afiliado a la UGT. No sé si su socialismo va más allá. En cualquier caso nunca le he escuchado condenar la dictadura de Fidel Castro o los crímenes de la URSS. Pero seguro que ese tipo de regímenes le repugnan. Siempre ha presumido de ser un demócrata de toda la vida.

Con apenas cinco años de edad ya me llevó al entierro de Enrique Tierno Galván. Y con eso de que los niños hacen lo que ven en casa, mis primeras imágenes políticas los asocio a la simpatía que me producía Felipe González cuando lo veía en la televisión. Era uno de los nuestros. Recuerdo que para los debates entre Aznar y él previos a las elecciones de 1993, que vi con mis padres y mis hermanos mientras cenábamos, elaboré una pequeña pancarta en apoyo del PSOE y contra el líder del PP. Un año antes de aquello, con motivo de la huelga general, fui con mi padre a la manifestación que montaron los sindicatos. Todos esos episodios, y muchos más que ya he olvidado, se aderezaban con las canciones de Víctor Manuel, Serrat y tutti cuanti, que, a fuerza de repetidas, me acabaron entusiasmando.

Pero poco a poco me fui desenganchando. Creo que fui de izquierdas hasta los doce o trece años. Desde muy pequeño pasaba la noche de los viernes en casa de mis abuelos paternos. Mi abuelo es un militar que participó en la guerra civil en el bando nacional. Por tanto, conoció de primera mano como se las gastaba el otro bando, el del Frente Popular. El relato que me hacía del funcionamiento de las checas es uno de los recuerdos más escalofriantes de mi niñez. Y mi abuela permaneció en Madrid durante toda la guerra, con lo que padeció el régimen de terror que implantó el Frente Popular. La cantidad de desmanes y crímenes que me ha contado de ese periodo desbordan el objeto de esta reflexión.

De las conversaciones con mis abuelos aprendí que el comunismo es un horror. Y por eso yo nunca he sido comunista. Pero la razón por la que empecé a dejar de ser de izquierdas, la razón por la que comencé a alejarme de los postulados que en mi casa se daban por obvios, hay que buscarla en los nacionalismos.

Yo podía ser de izquierdas, considerar que la izquierda se preocupa por los más desfavorecidos y que busca el progreso, creer que la cultura es algo que pertenece a la izquierda y que por ser de izquierdas uno es mejor persona. Pero lo que no entendía era que los nacionalistas vascos y catalanes, que pretendían la independencia de unas partes de España que yo consideraba propias, recibieran siempre la comprensión de la izquierda. No entendía que las personas de izquierdas se sintieran más a gusto con una ikurriña o con una senyera que con una bandera de España, que en la mayoría de los casos despreciaban abiertamente.

Por ese odio a España que la izquierda, sin apenas excepciones, exudaba, dejé la ideología que casi desde la cuna se me había inculcado. Fue un proceso natural, nada traumático. Con el paso de los años me hice liberal, que es la doctrina política que más perturba a la izquierda. Pero antes de eso me fui dando cuenta de que todo en los izquierdistas es impostura, que defienden para los demás lo que no quieren para ellos (la escuela o la sanidad pública son sólo dos ejemplos), que se les llena la boca de democracia mientras apoyan todo tipo de dictaduras, que presumen de mentalidad abierta a la vez que se comportan de manera despótica con las personas que les rodean...

A estas alturas de mi vida no tengo muchas razones por las que sentirme orgulloso. Pero una de ellas, y sin duda de las más importantes, es haber dejado de ser de izquierdas.

13 octubre 2008

El coñazo de un hombre de provincias

-¿Cómo se las arregla para mantener esa imagen de bonhomía, campechanía y tranquilidad, después de haber navegado por las turbulentas aguas de las que acaba de salir, por el momento, indemne? ¿Es usted un lobo con piel de cordero?

–No. Todo eso se hace siendo un tipo decente y de provincias, que es lo que soy –
dice, mientras aspira el humo del puro que se está fumando–. Ésa es la clave en la vida: ser decente y de provincias.

Así respondía hace unas semanas Mariano Rajoy a la periodista del Magazine de El Mundo.

Ser de provincias. Ojo al conceto. A la altura de otro ilustrísimo gallego. ¿Qué significará ser de provincias? ¿Abrir la puerta de su partido a los liberales y a los conservadores? ¿Defenestrar a María San Gil? ¿Dejarse torear por sus compañeros de la provincia navarra? ¿Convertirse en el protegido de Prisa al igual que Zapatero lo es de Mediapro? ¿Refundar el Partido Popular para transformarlo en el Partido P'ayudar... a Zapatero? ¿O tal vez ser de provincias supone decir que el desfile de las FFAA es un coñazo?



¡Cómo estará el PP para que hasta Leire Pajín, sí, Leire Pajín, han leído bien, le tenga que dar lecciones de amor a los tres ejércitos!

Pero hubo un tiempo en que Rajoy -coñazo y plan apasionante- era bueno. Así nos engañaba a todos hace un año...



Desde que perdió las elecciones, Mariano Rajoy no ha dejado de estafar a los que le votamos. Se ha revelado como lo que sospechábamos que era antes de que Aznar lo nombrara sucesor, un tío sin principios. Podría estar en el ala vegetariana del PSOE.

11 octubre 2008

Morfina Roja

La próxima semana se podrá comprar Morfina Roja, el libro de Cristina Losada que aborda todo lo relacionado con Luis Montes, el doctor Muerte, el anestesista del Hospital Severo Ochoa de Leganés que practicó durante cinco años sedaciones irregulares, el líder de Sendero Luminoso, ese grupo de médicos que mató, sin consentimiento del enfermo ni de sus familiares, a decenas de personas.

Hace unos meses elaboramos el siguiente vídeo...



El grado de delirio al que ha llegado la sociedad española es casi indescriptible. Mientras que un liberal cuelga en su habitación el póster de un filósofo como Hayek, un católico el de la Madre Teresa, un votante del PP el de María San Gil, un madridista el de Raúl, una adolescente el de El Duque... no resultaría extraño que un socialista, un votante del partido que con puño de hierro domina desde hace treinta años la vida pública de este país, tuviera en su cuarto una foto del doctor Montes, el matarife repugnante, el homicida sin escrúpulos, el matasanos siniestro.

Es que es así, a los socialistas les gusta Montes. El doctor Muerte.

01 octubre 2008

Socialismo

Los enemigos de la libertad, desde la extrema izquierda a la derecha más rancia, pasando por los centristas subprime, se extasían, ja, ja, nos amonestan desde sus omnipresentes cátedras, el liberalismo está llegando a su fin.

Pero la alternativa al liberalismo es el socialismo, es decir, el gulag y la checa. El socialismo ya está inventado. Ningún sistema político en la historia de la humanidad ha provocado tantos muertos, más de cien millones, y ha traído tanta miseria. De los socialistas se decía que se preocupaban tanto por los pobres que los creaban por millones.

Sólo dos ejemplos deberían bastar para que la funesta idea de Marx fuera proscrita del espacio público: el Muro de Berlín y los balseros del Caribe. El muro de la Vergüenza goza del dudoso privilegio de ser la primera y única barrera que el hombre ha construido no para evitar que los de fuera entren sino para impedir que los de dentro huyan. Los balseros del Caribe, al contrario de lo que muchos creen, no son ciudadanos estadounidenses que arriesgan su vida para escapar de la miseria de su país con la esperanza de alcanzar la paradisiaca dictadura cubana. Es al revés.

Nada más socialista que ese Muro y que esos pobres balseros que se fugan de la ergástula castrista en busca de libertad y prosperidad. Pues bien, frente a todo tipo de evidencias, se insiste, desde todos los ámbitos, sin casi excepciones, en denostar el liberalismo (neoliberalismo, ultraliberalismo o liberalismo salvaje, lo llaman) y en propugnar el socialismo, socializar las pérdidas, ya saben.

La famosa crisis que nos azota no es la crisis del liberalismo. Desde que Ronald Reagan dejó la presidencia de EEUU en 1988, es difícil imaginar a unos inquilinos de la Casa Blanca más antiliberales en materia económica. Bush padre, Clinton y Bush hijo han sido el paradigma de la intervención, del control, de la regulación y de la protección arancelaria. Al lado de ellos, hasta un Perico Solbes podría pasar por un ortodoxo de la escuela austríaca.

Ahora, no más que nunca, sino como siempre, quien está en crisis es el socialismo.

Locations of visitors to this page