Al igual que muchos españoles, tengo familiares en un lado y en otro.
Mi abuelo paterno, con 17 años se incorporó voluntariamente al frente de los sublevados. En alguna ocasión me ha contado que tomó esa decisión cuando una mañana vio que su madre llegó a casa llorando porque unos milicianos la habían insultado y agredido a la salida de misa. Y es que la guerra civil no se puede entender sin ese ataque permanente a lo más íntimo que por lo menos la mitad de los españoles sufrió durante el periodo de la república y la guerra. El Vaticano calificó el alzamiento del 18 de julio de cruzada. Desde las persecuciones de Diocleciano en el siglo III, no fueron asesinados tantos cristianos por el hecho de serlo.
Un tío de mi abuelo materno era alcalde de izquierdas en un pueblo de León. Con el estallido de la guerra se vio obligado a huir a Méjico para salvar la vida. Los que lo conocieron dicen que fue un hombre muy querido que no se granjeó ningún enemigo. Junto con el socialista Besteiro debió de ser de los pocos cargos de izquierdas decentes en aquella época. La Constitución de 1931, elaborada por y para los republicanos era una llamada a la guerra civil. En octubre de 1934, el PSOE y la Esquerra organizaron una revolución con características de guerra civil porque la derecha había ganado las elecciones unos meses atrás. Tras la victoria del Frente Popular (una coalición de socialistas, comunistas, anarquistas y republicanos), en febrero del 36, la ley se derrumbó. En el Parlamento se amenazaba de muerte a los diputados de derechas, se incendiaban conventos e iglesias ante la pasividad de las autoridades, los periódicos de derechas eran cerrados... El 12 de julio, unos policías y milicianos socialistas asesinaron a Calvo Sotelo, uno de los líderes de la derecha. Este hecho llevó a una parte del ejército a rebelarse contra el gobierno ilegítimo del Frente Popular
La propaganda comunista ha presentado la guerra civil como una lucha entre la democracia y el fascismo. Nada más lejos de la realidad. En la guerra se enfrentó el bando del Frente Popular, abiertamente totalitario y controlado por Stalin con el bando rebelde, autoritario y ayudado por Hitler y Mussolini.
Azaña, el PSOE y la Esquerra primero, y el Frente Popular después, no respetaron las reglas de la democracia, lo que originó la guerra. Las atrocidades y los más bajos instintos afloraron en los dos bandos, aunque en la zona rebelde no hay nada parecido a las checas o a Paracuellos. Aquello fue un drama. Ningún bando peleaba por la democracia.
La guerra la ganó Franco. Como consecuencia de esa victoria España vivió casi cuarenta años de paz, prosperidad... y de dictadura autoritaria, que se transformó mediante una reforma en nuestra actual democracia. Si hubiera ganado el Frente Popular, es decir, Stalin, España se habría convertido desde 1945 en un satélite de la URSS. El mayor imperio criminal de la historia.
Víctor Manuel, ese amigo de Fidel Castro, lo explica en una de sus primeras canciones, Un gran hombre, dedicada al Caudillo:
"Hay un país
Que la guerra marcó sin piedad,
Ese país
De cenizas logró resurgir,
Años costó
Su tributo a la guerra pagar,
Hoy consiguió
Que se admire y respete su paz.
No, no conocí
El azote de aquella invasión,
Vivo feliz
En la tierra que aquél levantó,
Gracias le doy
Al gran hombre que supo alejar,
Esa invasión
Que la senda venía a cambiar.
Otros vendrán
Que el camino no habrán de labrar,
Él lo labró
A los otros les toca sembrar.
Otros vendrán
Que el camino más limpio hallarán,
Deben seguir
Por la senda que aquél nos marcó,
No han de ocultar
Hacia el hombre que trajo esta paz,
Su admiración,
Y por favor,
Pido, siga esta paz".