01 diciembre 2010

El Barcelona alcanza la cumbre del fútbol


Escribe el periodista argentino Horacio Pagani que aquellos ingleses que en 1863 inventaron el fútbol moderno seguramente estaban pensando que algún día un equipo podría llegar a jugar como el Barcelona lo hizo ante el Madrid.

Ese 5-0, tan redondo, supone alcanzar la cima. Ya no se podrá ir más allá. Fue la culminación de una obra que otros pioneros, la Hungría del 54', el Brasil del 70', el Ajax de Cruyff, la Naranja Mecánica o el propio dream team, comenzaron décadas atrás. El Barça de Guardiola, con el clásico del lunes, cierra el ciclo. Será imposible en un futuro lograr tal perfección futbolística.

A partir de ahora, ese partido será el canon, el patrón de todas las medidas. En qué consiste jugar bien al fútbol, nos preguntarán nuestros nietos. Y les diremos que vean ese partido. Ya nadie podrá escudarse en esa cosa que llaman fútbol directo, pegada en las dos áreas, verticalidad, contundencia o pragmatismo. Ya nadie, tras lo visto en el Camp Nou, podrá argumentar que renunciar a la pelota es una opción válida.

¿Y qué hizo el Barcelona? En primer lugar, Guardiola fue fiel a sí mismo desde la alineación. Se comentaba los días previos que se estaba planteando la posibilidad de meter a un centrocampista más, Keita o Mascherano, en detrimento de Pedro, y colocar a Iniesta de extremo. Podría haber sido una idea razonable, pero Guardiola entendió que el estilo no admite dar un paso atrás, por pequeño que sea, y fue consciente de que el Barça de las grandes ocasiones (2-6, final de Roma) es el de un medio centro, Xavi e Iniesta como volantes, y arriba tres delanteros.

Y segundo, Guardiola, una vez elegido el once titular, optó por la disposición táctica más ofensiva posible. Si el Madrid llegaba invicto, arrasador en España y en Europa, con un contraataque temible, no se le ocurrió mejor antídoto que atacar sin descanso y tener siempre el balón. Colocó una defensa de tres en la divisoria, con Piqué Puyol y Abidal; Alves actuó de interior, juntándose con Busquets, Xavi, Iniesta y Messi, que hizo de centrocampista y de delantero; y en las bandas, bien abiertos pero con mucha movilidad, Pedro y Villa.

A partir de ahí, de esa superioridad numérica y técnica en el centro del campo, al Barcelona le resultó sencillo tejer su juego de pases, que por momentos resultó insultante. Liderado por un majestuoso Xavi e impulsado por Iniesta y Messi, el equipo de Guardiola elaboró un rondo interminable en el que participaban los once jugadores. En ocasiones renunciaron a un pase definitivo para seguir gustándose en las combinaciones, sabedores de que estaban interpretando una partitura única. Nadie juega, ni lo pretende, como el Barça.

Fue la belleza, pausada y serena, en un rectángulo con césped.

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