Sólo les ha faltado meter a Luis del Pino en la cárcel
Cabía esperar una sentencia salomónica, pastelera, pero ni siquiera nos podemos conformar con eso. El Tribunal le ha comprado la mercancía averiada al gobierno y ha corroborado la versión oficial. Ni Ekaizer hubiera llegado tan lejos.
Ni Súper Ber, ni doctor House, ni nada. El ponente Gómez Bermúdez y los otros dos silentes magistrados han perpetrado una sentencia que intelectualmente no hay por donde cogerla. Sostienen la autoría asturianista del atentado sin ninguna prueba, pues reconocen que no saben cuál fue el arma del crimen, no lo han podido determinar. Pero fueron explosivos de Mina Conchita y vale ya, da igual o lo que sea.
Este punto es la clave. Si no se sabe qué estalló en los trenes, ¿cómo es posible la condena?
Por otra parte, el Tribunal, a pesar de que reconoce ciertas extravagancias, da por buenas todo tipo de pruebas (salvo la furgoneta de Alcalá) sólo por el hecho de que están avaladas por la policía. ¡Cómo si los policías no pudieran delinquir!
En fin, según el Tribunal, el 11-M es un atentado sin autoría intelectual y con unos autores materiales sorprendentes: un asturiano esquizofrénico y dos pelanas. Por lo menos Bermúdez no le echa la culpa a Aznar, ni establece una conexión entre el 11-M y la guerra de Irak, ni menciona a Al-Qaeda por ninguna parte. El atentado más grave que ha tenido lugar en Europa es obra de Trashorras, Zougam y Ganaoui.
A pesar de la fechoría que han cometido, no le deseamos a ninguno de los miembros del Tribunal que corra la misma suerte que García Pelayo, presidente del TC cuando se dictó la sentencia de Rumasa.